“Da fastidio”. Así reza un breve adagio de la mafia siciliana referido –en principio a los sbirros- y, por extensión, a quien mete demasiado la nariz en la cocina del crimen organizado.
Hay que eliminar a quien da fastidio. Pero antes debe cruzar esa frontera a partir de la cual empezó a darlo. Hasta ese momento alcanzaba una vigilancia y hasta una primera o segunda advertencia.
Fastidio al poder político, o al poder mafioso, o a ambos, cuando éstos están superpuestos, aún cuando el método parece ir extendiendo su engranaje hasta enraizar en escenas de la vida cotidiana…! Es lo que se podría llamar una trasmisión eficaz en el mundo de los sicarios, desde el drama pasional, callejero o del barrio privado, al mundo de la alta política, en el que, por los tiempos de los tiempos, ha encontrado el lugar que no cesan de habilitarle.
¿Es posible que el “sicariato” –llamémoslo así- sea la acción criminal que goce de la mayor de las impunidades? Los autores intelectuales lo saben. Los autores materiales suelen ser víctimas de sus propios amos, y el circuito se cierra dejando una abertura por la que la justicia, cuando es corrupta, ensaya el paso de baile que le corresponde.
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